"Cuando llegamos a Gueckedou ya había bastantes casos. Y al viajar luego a Macenta, el director del hospital acababa de morir de Ébola. Era una persona muy querida, y eso crea un trauma, tanto para los colegas como para los familiares y la población". Luis Encinas, enfermero español y coordinador regional de Médicos sin Fronteras, quiere hablar de las personas con las que trata a diario en esta ciudad cercana a la frontera con Liberia. Quiere hablar del trauma de los que se curan y deben volver a su vida normal tras perder a varios miembros de su familia. O de la frustración de los profesionales sanitarios que deben entrar completamente cubiertos, con varias capas, a la zona de aislamiento, y que no pueden dar la mano al enfermo "y no poder acompañarlo en sus últimos momentos".
Es el primer brote de Ébola que tiene lugar en Guinea, y el efecto está siendo devastador. En solo una semana, los casos en ese país y en los vecinos Liberia y Sierra Leona han aumentado en un 60%: de 86 enfermos el 26 de marzo a 137 confirmados este miércoles por la Organización Mundial de la Salud. Han muerto 90 personas en los tres países. El gobierno de Malí, además, ha confirmado este viernes otros tres casos sospechosos dentro de sus fronteras.
La enfermedad no tiene vacuna ni tratamiento. "La parte social es muy importante. Ves a gente que te dice: 'Si no me vas a curar, ¿no puedo probar un tratamiento medicinal artesano?". Encinas, un profesional que ya ha trabajado con seis brotes de esta enfermedad, lo tiene claro: "¿Y por qué no, si eso alivia el miedo tanto para él como para la familia?". Los trabajadores deben mantener la cabeza fría. "Un día llegamos a un barrio periférico de la ciudad donde se habían muerto cuatro miembros de una misma familia en menos de un mes. El padre, el responsable de la familia, también estaba enfermo". Y en ese escenario, lo único que se puede hacer es ponerse manos a la obra.
"El foco principal está en Guinée Forestière (La Selva Húmeda Guineana)", explica por teléfono Susana Dos Santos, directora en Guinea de Acción Contra el Hambre. Su asociación, que se encuentra en el país con proyectos propios, ha movilizado a algunas decenas de sus trabajadores para informar en escuelas, mezquitas y mercados. "Por ahora el guineano medio puede comprar desinfectante como cloro o lejía", esencial para eliminar el virus de la ropa y las casas de los enfermos, "pero en Guinée Forestière el precio del cloro ha subido de 4.000 a 7.000 francos guineanos". Es decir, de 43 céntimos de euro a 74, en un país donde la renta per cápita es de 396,8 euros (en España es de 23.209,5 euros).
"Lo que más se necesita es una gran campaña de concienciación" sobre métodos preventivos, opina Dos Santos. Al no haberse dado antes en el país un brote de esta enfermedad existe un desconocimiento entre la población sobre cómo evitar el contagio. Y como el principal síntoma es la fiebre, la enfermedad puede confundirse con otra. En la zona forestal donde está el foco principal, al sureste del país (se extiende dentro de Sierra Leona), el pueblo caza para comer. La enfermedad supuestamente se transmite a través de murciélagos y pasa a los monos. Estos últimos enferman, y al manipular la carne para cocinarla, las personas también se contagian, ya que el mero contacto con una secreción infectada (ya sea sangre o sudor) es un peligro. El Gobierno prohibió la venta y consumo de murciélagos la semana pasada. "Es su costumbre y es normal. Además, la gente necesita comer proteínas, no pueden alimentarse solo de verduras y legumbres", razona Dos Santos.
"Los ciudadanos están bastante preocupados", explica desde el terreno la cooperante. "Uno de nuestros trabajos principales, junto con el Ministerio de Salud, es tranquilizar a la gente. Informamos de todo lo que implica la enfermedad". Según Dos Santos, la mayor barrera para contener la epidemia es la falta de infraestructuras: "Faltan recursos financieros y humanos, de jabón, de medicamentos paliativos y de equipos de protección para los profesionales".
En Guinea, cuando alguien cae enfermo es trasladado al hospital y puesto en aislamiento. Los médicos que lo atienden deben cubrirse por completo el cuerpo, ya que el mero contacto con la ropa puede contagiar. Por eso, la Cruz Roja desinfecta las casas de los pacientes una vez estos las dejan, y la ropa y las sábanas se queman. "Los pacientes tienen contacto entre sí", explica Encinas. "En una habitación tenemos a una pareja junta, en otra a dos señoras... intentamos separarlos por sexos, porque el factor cultural es muy importante".
En un artículo publicado por The Lancet, un especialista de Médicos Sin Fronteras explica que una gran dificultad en este brote va a ser coordinarse con los tres Gobiernos implicados (Guinea, Sierra Leona y Liberia). Para frenar la expansión del virus hay que seguir la cadena de transmisión en sentido opuesto, explica el experto. Un médico de su organización caminó durante 8 kilómetros a través de las zonas rurales del sur para localizar a un posible paciente. La falta de médicos es grave: ni siquiera hay médicos suficientes para lidiar con enfermedades comunes. Según la OMS, hay un médico por cada 10.000 personas en el país. "La situación en Sierra Leona es aún peor", declara el experto. Y aunque en Liberia hay infraestructuras algo mejores, ninguno de los tres sistemas nacionales de salud están preparados para controlar una epidemia de Ébola.
La epidemia más letal de Ébola de la historia fue la de Uganda en 2000, que causó 425 casos y 224 muertos, pero la cepa no era la misma que la que se extiende ahora por Guinea. El brote actual corresponde a la cepa Zaire, la más mortífera de las que hay, y el brote actual es el quinto en incidencia de la historia de esta mutación el particular. La ola más dura de la cepa Zaire ocurrió en 1976, con 318 casos y 280 muertos. Con ella supo la humanidad de la existencia de esta amenaza.
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